sábado, 4 de mayo de 2013

2. El color como fenómeno físico+fisiológico+mental+cultural.


2. El color como fenómeno físico+fisiológico+mental+cultural.
El color no es una característica propia de los objetos, en contra de esto, podemos decir que, en realidad, depende de muchos factores, entre ellos el decisivo es un observador que recoja la información lumínica, la transforme en estímulos, se produzca una sensación que se interprete como color y finalmente se establezca una estructura simbólica en la sociedad que permita nombrar y hablar sobre el color. Como vemos son estos cuatro factores principales los que el concepto de color engloba necesariamente. Anulando tan sólo uno de ellos, los otros se hacen inútiles. Desarrollemos cada uno de los casos para entender esto. El primer caso es sencillo, sin una luz, una información lumínica que captar no existe el color. El segundo caso es sobre todo fisiológico, depende de la estimulación correcta de los receptores del ojo; así, un ciego cuya imposibilidad de ver provenga de un defecto ocular, se le niega la vista debido a que sus receptores fallan al recibir la información lumínica, como los daltónicos que no son capaces de diferenciar rojo y verde, aunque estas luces, como todas las demás, siguen llegando igualmente a su ojo, simplemente no son capaces de convertirlas en estímulos. Otro ejemplo sería una condición extrema de luz, como por la noche, cuando apenas hay luz que llegue a nuestros receptores, si la cantidad de luz está por debajo del umbral entonces no veremos nada; a la inversa, si la cantidad de luz es muy grande, nos cegará, sobrepasando el límite superior de nuestra percepción, de modo que todo se vuelve extremadamente brillante y no somos capaces de distinguir variaciones de color, ni siquiera adaptándonos a tal claridad, que finalmente resulta muy molesta. El siguiente caso es probablemente el que más raro nos sonará, se trata de un episodio en el que la luz llega al ojo, esta es captada correctamente pero posteriormente existe un problema para que esta información llegue al cerebro, o bien sea decodificada e interpretada correctamente; es decir, existe percepción del estímulo pero algún mecanismo falla en el cerebro que impide asumir esta información como imagen; este fenómeno es característico de daño cerebral (ceguera cortical) o que el nervio óptico no sea capaz de trasmitir los estímulos. En última instancia el color es un fenómeno cultural, pues necesita de un vocabulario y de una serie de reglas establecidas para ser nombrado, codificado y usado, que vienen dadas por el imaginario colectivo de cada contexto espacio-temporal. Podemos poner como ejemplo el “color oro” de la edad media que para nuestros sistemas de codificación, ya no es más que un amarillo metálico que toma matices verdosos y anaranjados dependiendo de los objetos que le rodeen. Otro ejemplo curioso es que en china, tradicionalmente, el color azul, que tanta importancia e historia tiene en nuestra cultura, no tiene ni siquiera un nombre propio, sino que no es más que un tipo de verde[1] (color que paradójicamente nosotros consideramos desde la tradición de la pintura como un color secundario). Así, tenemos primero un fenómeno físico, del color como luz dentro de un pequeño espacio del espectro electromagnético; luego un fenómeno fisiológico y mental, que capta esa luz y la transforma en estímulos y estos en imagen y, por último, una interpretación cultural que establece los códigos de cómo ese color se leerá. Estas tres consideraciones son necesarias para hacer uso del color como generador de imágenes, de manera que lo que sigue es desarrollarlas más ampliamente:



[1] HELLER, Eva. Psicología del color. Gustavo Gili, Barcelona, 2008.

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